KMS Totales
pedaleando. |
Días recorriendo
Kenya en bici. |
Metros positivos
de desnivel |
Tazas bebidas
de té Chai |
Si alguien me preguntara cómo ha sido esta ruta de bikepacking por Kenia, me costaría encontrar todos los adjetivos que la puedan calificar, pero me quedaría con uno: INCREÍBLE. Pero voy a empezar por el principio...
Gracias a dos amigos, apasionados por la bicicleta, a Tristan Ridley, un británico, y a Eric Nesbit, un keniano, tuvimos la oportunidad de tener acceso a una ruta que estaban creando, los tramos de la cual aún no estaban enlazados del todo y que básicamente se reducía a un archivo gpx, que nos enviarían el día antes de coger el avión, con unas pocas notas que nos garantizaban aventura en todos los sentidos. El plan nos pareció irresistible, de nuestro estilo, y nos lanzamos a la aventura.

Con la información que teníamos sobre el terreno keniano, la elección de las bicicletas era bien clara desde el principio: las Megamo Factory nos proporcionarían la dosis de seguridad y diversión adecuada.
Y ahora a posteriori podemos decir a ciencia cierta que no nos equivocamos. Escogimos las bicicletas ideales.
Salimos pedaleando del centro de Nairobi, la capital de Kenia, una ciudad de más de 4 millones de habitantes, donde los ciclistas no tienen cabida, donde reina la ley del más fuerte y donde los humos de los coches te dejan en más de una ocasión sin visibilidad, dentro de una gran nube gris. |
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Con la información que teníamos sobre el terreno keniano, la elección de las bicicletas era bien clara desde el principio: las Megamo Factory nos proporcionarían la dosis de seguridad y diversión adecuada.
Y ahora a posteriori podemos decir a ciencia cierta que no nos equivocamos. Escogimos las bicicletas ideales.
Salimos pedaleando del centro de Nairobi, la capital de Kenia, una ciudad de más de 4 millones de habitantes, donde los ciclistas no tienen cabida, donde reina la ley del más fuerte y donde los humos de los coches te dejan en más de una ocasión sin visibilidad, dentro de una gran nube gris. |
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ASÍ, EMPEZÁBAMOS LOS PRIMEROS 12 KILÓMETROS DE LA RUTA, "SABOREANDO" EL CAOS DE NAIROBI.
Francamente, estaba tan mentalizada que no me pareció tan caótico. Supongo que las ganas de iniciar la ruta pudieron con todo.
De repente, el paisaje cambió y nos encontramos pedaleando en medio de plantaciones de té, eucaliptos y tierra arcillosa de color sangre. Esta ruta prometía. Ahora sí ya nos encontrábamos pedaleando en nuestro medio.
El segundo día nos llevó a uno de los puntos más altos de la ruta, a 2720 metros. (Esta ruta casi siempre transcurre por encima de los 1700 metros de altura).
Y el espectáculo de observar animales salvajes desde la bici comenzó: jirafas, cebras, jabalíes verrugosos, antílopes.... El plato fuerte, sin embargo, llegaría a la noche cuando una manada de hipopótamos decidió pasearse por alrededor de nuestra tienda.
El segundo día nos llevó a uno de los puntos más altos de la ruta, a 2720 metros. (Esta ruta casi siempre transcurre por encima de los 1700 metros de altura).
Y el espectáculo de observar animales salvajes desde la bici comenzó: jirafas, cebras, jabalíes verrugosos, antílopes.... El plato fuerte, sin embargo, llegaría a la noche cuando una manada de hipopótamos decidió pasearse por alrededor de nuestra tienda.


LA DOSIS DE AVENTURA IBA AUMENTANDO EN POCAS HORAS.
Las jornadas siguientes continuaron siendo preciosas y duras en algunas ocasiones, entre pistas en buen estado y senderos pedregosos, pasando por Soysambu Conservancy o por el bosque de Eburru, auténticas joyas de esta ruta.
En Soysambu, acampamos durante la noche y os puedo asegurar que es uno de los lugares más salvajes donde hemos acampado nunca.
Las cebras nos hicieron compañía durante las horas más oscuras, los búfalos a lo lejos y los monos que se sentían atraídos por los aromas de nuestra cena.
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El fuego que encendimos nos daba un cierto aire de calidez y seguridad, ya que los animales salvajes no son muy amigos del fuego.
Dejamos que la leña seca fuese crepitando hasta que el cansancio de la jornada decidió que era hora de acostarnos. |
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El fuego que encendimos nos daba un cierto aire de calidez y seguridad, ya que los animales salvajes no son muy amigos del fuego.
Dejamos que la leña seca fuese crepitando hasta que el cansancio de la jornada decidió que era hora de acostarnos. |
El lago Baringo, un auténtico paraíso para los ornitólogos, nos pareció el lugar ideal para pasar un par de noches, y para coger fuerzas para lo que sería la subida más intensa de la ruta.
LOS DÍAS IBAN PASANDO Y NUESTRA RUTA NOS LLEVÓ POR LUGARES REMOTOS Y ÚNICOS.

Volvimos a remontar a las alturas, por encima de 2200 metros, hicimos noche en la aldea de Mochongoi donde conocimos unos autóctonos, que nos hicieron sentir parte de su comunidad. Al final de la noche, después de muchas horas conversando, nos dimos cuenta de que aunque nos separe un mundo, los valores de la vida son los mismos.
Aquella noche, acampamos junto a una pequeña estación de policía y la pasamos de forma plácida y tranquila.
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AL CABO DE UNOS DÍAS, PEDALEAMOS POR LA PARTE MÁS REMOTA DE LA RUTA, EN EL ALTIPLANO DE LAIKIPIA.
Ahí la gente vive en poblados, hay pocos recursos y en esta zona nos tuvimos que espabilar para comer y beber.
Se acabó encontrar tiendecitas cada dos por tres y comer ugali (alimento básico a partir de harina de maíz). Sin embargo, Laikipia nos dió la oportunidad de ver más fauna y de convivir con unos guardas forestales de la tribu masai. |
AL CABO DE UNOS DÍAS, PEDALEAMOS POR LA PARTE MÁS REMOTA DE LA RUTA, EN EL ALTIPLANO DE LAIKIPIA.
Ahí la gente vive en poblados, hay pocos recursos y en esta zona nos tuvimos que espabilar para comer y beber.
Se acabó encontrar tiendecitas cada dos por tres y comer ugali (alimento básico a partir de harina de maíz). Sin embargo, Laikipia nos dió la oportunidad de ver más fauna y de convivir con unos guardas forestales de la tribu masai. |
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